26/10/2025 22:19 | 0
Epecuén, del agua al arte: cuando la memoria se transforma en creación
La artista y gestora cultural María Villanueva impulsa desde 2017 la “Residencia Epecuén”, un programa que convoca a artistas de distintos países para crear obras inspiradas en el territorio de Carhué y Epecuén. El proyecto busca resignificar un paisaje marcado por la catástrofe, poniendo el foco en lo vivo, en la comunidad y en el diálogo con la naturaleza.
En el mapa bonaerense Carhué y Epecuén aparecen como dos nombres ligados para siempre a una historia de agua. Uno, el pueblo que resistió; el otro, el que se hundió en 1985 y desde entonces se convirtió en postal de ruinas y protagonista de muchas notas periodísticas. Pero para la artista y gestora cultural María Villanueva, ese territorio no es únicamente un recuerdo de catástrofe: es también un escenario para interrogar cómo nos vinculamos con la naturaleza, cómo pensamos la ruralidad y cómo el arte puede ofrecer herramientas distintas para hacer comunidad.
Desde 2017 María coordina la Residencia Epecuén, un programa que reúne a artistas de distintos puntos del país y del exterior para trabajar en un formato intensivo y durante dos semanas con una consigna simple y potente: hacer arte situado. Es decir, producir obra a partir del contexto, de lo que ofrece el paisaje y de lo que propone la interacción con la gente del lugar.“Cuando llegamos por primera vez fue impactante, las ruinas transmitían una sensación de guerra sin violencia, de apocalipsis”, recuerda.
“Nosotros con un grupo de artistas ya veníamos trabajando lo distópico así que estábamos en sintonía, pero luego de visitar varias veces el lugar se tornó muy denso y llegó un punto donde ya no queríamos seguir trabajando con la muerte ni con lo destruido. Entonces empezamos a escuchar a los vecinos que de algún modo manifestaban no querer quedarse atrapados en esa imagen de desolación. Y ahí fue cuando decidimos cambiar el enfoque: trabajar no solo con las ruinas, sino con lo que estaba vivo”.
Ese viraje cambió la dinámica de la residencia. El grupo de artistas empezó a tener presencia en Carhué y la práctica se expandió hacia la comunidad y lo rural: caminatas por los campos vecinos previo pedir permiso a los productores, trabajo con arcillas extraídas de las orillas de cursos de agua, calcos en yeso de huellas de aves migratorias de la zona y talleres de cerámica en hornos de barro construidos junto a los adolescentes del pueblo.
No se trataba ya de ser artistas de la catástrofe, sino de leer lo que ese paisaje todavía tenía para contar: ñandúes, flamencos, texturas de barro, restos de animales, huesos de vaca: todo podía transformarse en archivo sensible y en registro artístico.Al principio, las muestras que cerraban cada edición de la residencia convocaban apenas a algunos curiosos; con el tiempo, la participación se fue ampliando a turistas, docentes y jóvenes de la zona. Hoy, cada edición incluye talleres abiertos, caminatas colectivas, actividades de escucha del entorno y hasta performances en la laguna.
En una ocasión, un grupo de artistas se embarró el cuerpo entero y entró al agua como si se tratara de una ceremonia pagana. En otra, se construyó un horno de barro para experimentar con arcillas locales y se realizó el taller de “Recuerdos del Futuro” con el apoyo de Cultura y Turismo de Carhué y de los guadaparques de Epecuén.